Trabajar sin parar, sin descanso, sin desconectar, reduce nuestra capacidad de ser realmente productivos, reduce la concentración y sobre todo la capacidad de disfrutar del presente.
Sin duda que menos es más. Debemos ser más efectivos, tenemos que desconectar más para recuperar energía y lograr la concentración que necesitamos en nuestro día a día. La autoexigencia de manera desproporcionada no nos hace mejores, todo lo contrario, nos hace sufrir más.
Esa obsesión por el control y la seguridad nos puede provocar justo el efecto contrario, nos llena de incertidumbre, de ansiedad y preocupación constante en nuestro presente. Está muy claro que cuando más tengamos la necesidad por la seguridad esto nos producirá mucho más sufrimiento interior. Esa búsqueda constante de la seguridad futura nos aniquila directamente el presente.
La verdadera seguridad proviene de la confianza en nosotros mismos, con ella nos podremos enfrentar con total seguridad y determinación a cualquier situación que aparezcan en nuestra vida.
Así que, hagamos ese parón para desconectar y poder respirar profundo y comenzar a vivir los momentos de calidad. Necesitamos esos pequeños regalos de tiempo para observar, sentir, apreciar lo bueno que tenemos a nuestro alrededor. Tenemos que preocuparnos un poco menos por el futuro, hagamos que se detenga el mundo por un momento, para poder dar las gracias de vivir y disfrutar más nuestro presente.
ENFOCARNOS, el ejercicio que debemos hacer constantemente, porque “a donde va nuestra mente, allí va nuestra energía“. Si no tenemos unos objetivos, prioridades y metas claras, la dispersión nos ataca como un virus y se adueña de nuestra mente y nos roba nuestra energía mental y física. Dicho todo esto, cuando tenemos las prioridades claras y los objetivos definidos, tendremos un mayor control en nosotros mismos, una sensación de mayor sentido y dirección que nos ayudará a divagar menos y estar más en nuestro presente.
Vivimos más en el presente y disfrutemos más de la vida.