Desde muy jóvenes nos vendieron una gran formula, la formula del éxito que consistía en un buen trabajo y mucho dinero.
¿Pero esta dichosa fórmula que todos buscamos es realmente la que necesitamos para la vida plena?
Claro está, que cualquiera que haya logrado tener un trabajo que le guste, que le motive, le haga crecer, un trabajo que le mantenga en constante intención de superarse y que, además, le permita un equilibrio en los diferentes planos de la vida, seguramente se puede considerar como una persona exitosa.
Y hoy día, ¿realmente tenemos priorizado estos planos y en el orden correcto?
Siempre he gritado a voces que:
El verdadero éxito se basa en el equilibrio de los principales planos de la vida: la salud, la familia, la formación, la profesión, lo espiritual y por supuesto, en el plano social.
En algunos artículos he leído opiniones de expertos, que dicen: “El que no tiene dos terceras partes de la jornada para sí mismo es un esclavo”. Nietzsche
Clarísimo, que de ésta potente frase deducimos que somos esclavos del trabajo o de alguna actividad que realizamos a diario y que no nos beneficia en nuestra salud física ni mental.
Como el mismísimo Show de Truman: casa de propiedad, trabajo estable y familia adorable. Esa es la perfección que buscamos. “Esa imagen del triunfador que tantas veces hemos visto en las redes sociales, en el cine o la televisión y que el sistema continuamente refuerza al situar el dinero como el eje central de todo lo importante“. Está claro que el dinero nos ayuda y muchísimo, pero todo en exceso y sin control, ya sabemos lo que pasa.
Esta sociedad nos sigue vendiendo ese prototipo de vida perfecta, nos conduce a morir de éxito cuando realmente, ese tan buscado éxito es incompleto, además, nos distrae en los otros planos fundamentales de la vida, áreas importantísimas que configuran nuestra auténtica plenitud del ser humano“.
¿Qué decides hacer, quieres morir de éxito?