“Ya no somos los que éramos antes”.
En la actualidad sabemos más y tenemos mucha más experiencia, pero no podemos seguir bajo este patrón por la vida. No podemos dejar que nuestras experiencias controlen nuestro presente y condicionen nuestro futuro.
Doy por sentado que todos tenemos aspectos de nuestra vida en los que nos gustaría cambiar y mejorar, queremos progresar en lo profesional, en nuestra vida personal o relaciones. Pero tenemos un cerebro que constantemente nos manda esa orden de alerta, un alto que nos sabotea constantemente nuestros propósitos. Obligándonos a abandonar las oportunidades que nos ofrece la vida, destruimos tan rápidamente todos nuestros propósitos por la simple razón de que no saldrá bien, o que no somos válidos o peor aún que no lo merecemos.
Este primitivo cerebro en su intento de protegernos rebusca en nuestro pasado y encuentra las malas experiencias. – Su inagotable fuente de energía la utiliza de forma muy creativa y negativa contra nosotros proyectándonos lo más catastrófico, no vaya a ser que fracasemos y tengamos una nueva desilusión. – La consecuencia son los miedos y temores al fracaso, hacen que inmediatamente abandonamos todos nuestros proyectos.
Tan solo son pensamientos sostenidos en supuestos resultados y expectativas negativas, no en realidades.
En este punto, es muy importante detectar y reconocer que nuestro cerebro en vez de protegernos, nos roba nuestros sueños y mata nuestras ilusiones.
Siento decir que nadie se salva de sentirse con miedos, con imperfecciones, con dudas, incertidumbre o la misma sensación de sentirnos defectuosos, es algo que en mayor o menor medida todos sentimos. Está claro que eso no es motivo de sentirnos menos y permitir que nuestro cerebro boicotee nuestras oportunidades y media vida.
Con este razonamiento ya tienes una clave importante para dejar de vivir desde el pasado, desde antiguas experiencias. Esa inmadurez emocional tenemos que dejarla atrás y enfrentarnos a nuestro presente y sobretodo con nuestra propia mente que nos vive aterrorizando.
Piensa que el miedo al fracaso provoca el fracaso, ahora tenemos todas las de ganar y cada vez que aparezcan esos temores, ese miedo producido por nuestro cerebro debemos bloquearlo y no permitir que paralice nuestros propósitos.
Debemos declararnos dignos y merecedores a pesar de los posibles fracasos; porque no nos definen los resultados, sino nuestras acciones, nuestra dignidad, nuestro comportamiento, nuestro coraje, nuestra forma de enfrentarnos al destino a pesar de los miedos.
Es hora de vivir en el presente con la determinación de quien ya no tiene nada que perder y todo que ganar.
Ánimos!