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¿Pero quién demonios eres? ¿Y a quién le vas a echar la culpa ahora?

Le echamos la culpa a esas perfectas vidas que navegan por la red, cada una de las diferentes redes sociales repletas de vidas felices, todo en armonía, nunca hay problemas, vaya mundo de perfección en el que vivimos, valga la ironía..!

Día a día la infoxicación (intoxicación por información) nos empujan al peligroso camino de no poder ser uno mismo, en cada momento aparece una foto/post del llamado influencer, con su perfecto modelo de vida al que deberíamos parecernos.

¿Pero quién demonios somos que sólo pensamos en imitarlos y ser como ellos? ¿Acaso tu no tienes tu identidad, no puedes ser tú mismo?

Está claro que en todo esto colabora muchísimo la tecnología y el marketing. Han convertido nuestra mente en una despiadada e incontrolable máquina de comparar. A pesar de ello, tenemos toda la teoría muy estudiada “no debemos compararnos y menos hacerlo conscientemente, pero nuestra mente no hace mucho caso y se deja llevar por toda esta invasión de información.

La causa de todo este devastador descontrol, es la sensación de imperfección, de estar llenos de defectos, de no encajar, de no ser lo bastante; de la constante ansiedad de perseguir lo último de la moda, de ser algo más y así entramos en una espiral constante de vicio y vacío. Con el grave resultado que “debes ser otro” alguien distinto, alguien mejor, porque no pareces ser lo suficientemente bueno.

Está claro que con toda esta infoxicación es muy difícil afrontar este mundo que intenta hacer de ti otra cosa, pero debemos ser fuertes y luchar por ser nosotros mismo.

Toda esta conducta nos mantiene atados, no nos permite ser libres, es un desgate pretender ser otra persona o simplemente aparentar lo que no somos o lo que no tenemos.

El problema nace de la falta de aceptación, generalmente precedida de la comparación, ese autorechazo que provoca dolor. “No me acepto, no me gusta algo de mí, porque comparado con algo o alguien, salgo mal parado; me siento inferior, me falta algo y nada de lo que hago parece suficiente”. En conclusión, una baja autoestima.

¿Pero cómo podemos mejorar esta terrible situación?

Tenemos que ser nosotros mismo, debemos aceptarnos tal como realmente somos, siendo naturales. Aceptando nuestras defectos e imperfecciones lograremos ser auténticos.

Y la pregunta más importante ante toda esta situación. ¿Te respetas?

Otro ejemplo claro, es que día a día hacemos enormes esfuerzos para llevarnos bien y mejorar nuestras relaciones, complacer, intentar caer bien a todo el mundo. Nos pasamos la vida buscando la validación de todos los demás, vivimos cohibidos, calculando cada palabra, cada gesto, cada acción, preocupados por el qué dirán o por el miedo al rechazo. ¡Como desgasta todo esto!

Está completamente claro, que no podremos complacer a todas las personas. A unos les caerás bien y a otros no tanto. Que agotador es estar constantemente preocupado por nuestro comportamiento por el miedo a no encajar. Y ésta es una de las razones en la vida que nadie llega a conocernos de verdad, como realmente somos, tan solo al personaje que intentamos representar. (Este sería otro post sobre las relaciones…).

No sufras pensando que debes ser de otra forma para encajar en esta sociedad. No podrás ser tú mismo si no sabes quién eres o qué quieres de la vida.

Se amable contigo mismo y valora quién eres, quiérete y aprecia tu originalidad. Sé auténtico. Porque la verdadera y más importante relación de la vida es la que tenemos con nosotros mismos y es la relación que más tenemos que cuidar.

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