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Todo se volvía terriblemente delicioso – Parte II. Sudor, frío y cara desencajada

Cerré los ojos y los mantuve apretados para eludir el problema pero comenzó a forzarme una humedad ácida que me obligaba a sentir escalofríos. Volvieron esas sensaciones de impotencia por estar en el lugar donde nunca debí estar y que por impulso llegué.

¿Era feliz o no? Justo en ese momento gozada de una terrible infelicidad, quería estar aislado del mundo, que nadie me molestara, después de una agitada discusión…, todo se torció y volvió gris, sin pensarlo comencé a conducir sin rumbo, todo impulso y emociones incontroladas. Cuatro horas de carretera sin destino, pasada la media noche, la carretera se hacía eterna, mi cabeza giraba como la mismísima Tierra, en ocasiones lento y en otras rápido al ritmo de la velocidad de mi conducir. Era la más real película de la decepción vivida y exteriorizada en mi propia piel. Sudor, frío y cara desencajada.

Leve historia real para descifrar y analizar la causa de una mala gestión emocional, de mil sensaciones contradictorias que te conducen a la locura.

¿Cómo es posible que no sepamos gestionar nuestras emociones con toda la información y experiencia que tenemos hoy día?

Se supone que el mundo debería ser un lugar mejor; se supone que deberíamos saber más, nos debería ir mejor en todo momento, disponer de una mayor gestión emocional y sobre todo ser felices. ¿no?
Pues parece que no somos capaces, mira que tenemos miles de libros de crecimiento personal, de infinitas teorías y enseñanzas, variedad de teorías psicológicas sobre cómo ser más felices, y sin embargo los índices de felicidad cada vez se deterioran más y seguimos diciendo: “Que feliz soy pero solo”. ¡Vaya mundo individualista que nos hemos creado!

Sin duda que una cosa es el conocimiento intelectual y otra bien distinta es el conocimiento y nuestra gestión emocional; no es saberlo, es sentirlo y vivirlo. Tenemos muchas teorías, pero otra cosa es lo que hacemos, cómo vivimos, cómo nos sentimos. Sabemos mucho intelectualmente, pero no sabemos como gestionarlo e integrarlo en nuestro interior emocionalmente.
Nos regimos por nuestras emociones, nuestras reacciones y nuestros actos. No basta con las intenciones porque en definitiva lo que nos marca y diferencia son nuestras acciones. Y de eso, tengo bastante..!

Allí están esas grandes batallas de la vida: la batalla interior entre esa otra persona que habita en nuestro interior y nosotros mismos; la lucha entre esas dos fuerzas que en ocasiones tiran en direcciones opuestas. Entre eso que deseamos, aquello a lo que aspiramos, lo que sabemos que debemos hacer, y los primitivos miedos que nos frenan. Esa eterna discusión interna entre lo que sabemos que debemos hacer y lo que hacemos, entre cómo nos deberíamos sentir y cómo nos sentimos en realidad.

Vaya mundo lleno de contradicciones, pero lo que sí está claro, es que no somos robots para aplicar la lógica en todo momento y nuestros instintos e impulsos mayormente ganan esas batallas.

Pero ¿A qué se debe toda esta confusión interna que tenemos?

Tanto leer, escuchar y sobretodo tener experiencias en mi propia piel. Me doy cuenta que el pasado continuamente nos juega malas pasadas, bien dicho!

Muchas veces necesitamos volver a él para comprender qué sucedió, las decisiones que en su día tomamos de forma inconscientemente pueden estar afectando a nuestra vida en el presente.
En muchos casos hay sucesos en la infancia o en la adolescencia, situaciones críticas, injustas o incomprensibles. Algo sucede y en ese momento -sin saber el por qué?- tomamos una decisión como respuesta; desarrollamos de la mejor manera que sabemos un mecanismo de defensa para protegernos, nos encerramos en nosotros mismos, en el silencio, huimos o nos hacemos los fuertes y valientes.

Debemos tener muy presente que estos momentos decisivos pueden marcar nuestra identidad y nuestra vida. Del mismo modo, las verdaderas decisiones de cambio no surgen desde la lógica, sino por un momento de alto impacto emocional.
Justamente ese es el motivo por el que debemos comprender nuestras situaciones, reflexionar para comprender no solo intelectualmente, sino sobre todo emocionalmente. La gran tarea que tenemos como persona es saber gestionarnos emocionalmente.

Ahora estamos en el punto de seguir creciendo, sentirnos libres y ligeros. Sabemos quien éramos cuando niños, pero ahora hemos cambiado y debemos seguir evolucionando.

Por eso NO debemos mirar al pasado desde quiénes éramos, sino desde quiénes somos hoy, comprender y ver nuestra evolución. No podemos seguir utilizando aquella decisión que fue necesaria en su momento ya que hoy, no sirve más que para hacernos prisioneros. Es el momento de querernos y aceptarnos por lo que somos hoy.

Es hora de liberarnos de la comparación, de los juicios, del personaje que supuestamente deberíamos ser que nos hace sentir insuficientes, y simplemente aceptarnos; ser como realmente somos para salir de la teoría y liberar nuestro poder emocional.
Si aceptamos esta situación nos ayuda a desbloquear los miedos y despejar las dudas sobre nuestra valía o nuestras capacidades, de las creencias limitantes que nos retienen para creer más en nosotros mismos, para sentirnos y ser capaces de utilizar y aplicar el conocimiento que tenemos, integrarlo para pasar a la acción, para avanzar hacia donde deseamos y, sobre todo, para sentirnos libres.

Fin.

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